El asesinato de Trotsky ocurrió cuando Stalin había dado orden de asesinar a Trotsky, y Jotov, encargado de las operaciones contra éste en México, se valió de dos comunistas catalanes, Caridad y Ramón Mercader (madre e hijo), para llevar a cabo el plan. Así mismo, ayudaron dos mexicanos de izquierda: Vicente Lombardo Toledano y David Alfaro Siqueiros. Aunque el palacete en el que vivía estaba fuertemente custodiado, Ramón Mercader lograría infiltrarse en su círculo ganándose la confianza de una de las secretarias de Trotsky, Silvia Ageloff, con la que incluso mantuvo un noviazgo formal premeditado y planeado para perpretar el magnicidio. Con el pretexto de que leyera un escrito suyo se acercó a Trotsky y mientras este leía le clavó un piolet en la cabeza. El grito de Trotsky se escuchó en toda la casa, acudiendo rápidamente sus custodios pero no se pudo hacer nada. Moriría un día más tarde.
Recientemente salió a la luz que Trotsky estaba preparando una biografía de Stalin, en la que explicaba detalladamente cómo éste logró hacerse con el poder y control absoluto del Comité Central del PCUS, eliminando a todos sus adversarios políticos.