La Casa de los Coroneles
La Casa de los Coroneles es un edificio señorial construido en el transcurso de la Edad Moderna que se encuentra emplazado en el municipio de La Oliva, isla de Fuerteventura. Es una edificación que destaca especialmente por sus magnitudes arquitectónicas y por el significado histórico que representa no sólo para Fuerteventura sino también para el Archipiélago Canario como la continuidad de un sistema de gobierno que hunde sus raíces en la Edad Media. La misma se alza en medio de un extenso llano que está delimitado por el Lomo del Pájaro, la Montaña del Frontón, la Montaña de Escanfraga, y el Volcán de la Arena, origen del malpaís de mismo nombre, quedándole, en última instancia el caserío de La Oliva al Sur. El complejo cívico-militar comprende varios espacios, todos interconectados entre sí, y al servicio de una familia que regentaba los futuros de una isla. De manera que la Casa de los Coroneles fue cimentada en la segunda mitad del siglo XVII bajo los auspicios de la familia Cabrera Béthencourt, atribuyéndosele su construcción a Ginés de Cabrera Béthencourt (1650-1722), pero continuando la obra sus descendientes, en particular su nieto, Agustín Cabrera Béthencourt Dumpiérrez (1743-1828), quinto coronel de la Isla.
Al exterior destaca su alargada fachada compuesta por una serie de huecos simétricos en las dos plantas, con ventanas adinteladas de cuarterones -en la planta inferior- y balcones descubiertos -en la superior. La portada central es de cantería, en cuyo centro se conserva el escudo de los Cabrera y sobre él, actuando de remate, una cruz. En los laterales la fachada se flanquea con dos torres almenadas que confieren al edificio un sello inequívocamente militar. Como núcleo cero, está la propia vivienda-fortaleza, levantada a modo de castillete en el centro de una escenografía ideada para la más digna representación del “poder”. Por tanto, estamos ante un edificio definido por una volumetría cuadrangular que se proyecta sobre dos niveles. Su planta es proporcionada y tiende hacia el cuadrado perfecto, estando calada por tres patios de los cuales, uno es el centro en el que se articula todo el espacio interior. El carácter castrense se lo ofrecen las siluetas almenadas de dos torres laterales que culminan una composición más teatral que real. Además contiene una plaza de armas, que sería el primero de los espacios que nos encontramos justo enfrente a la Casa de los Coroneles. Posee ésta una extensa explanada de terreno de proporciones rectangulares en cuyo extremo se construyó en su momento un enorme aljibe para contener agua potable. Aljibe que a pesar de los años transcurridos aún conserva agua y cuya presencia fuera del recinto construido es todo un indicador del sistema de captación y reservas de agua propios de las islas de Fuerteventura y Lanzarote.
Como segundo espacio tenemos el conjunto de arquitecturas populares que antaño operaban como servicio del complejo agropecuario y militar. Lo forman un par de recintos que encierran, a su vez, dos subgrupos edificatorios compuestos por casas terreras de baja volumetría y humilde construcción, pero en las que encontramos la esencia de la mejor arquitectura popular edificada en la Isla.
Se da la particularidad del hallazgo de cruces labradas sobre los dinteles de puertas y ventanas que denotan la tendencia espiritual de los moradores de este recinto. Precisamente en una de estas casas nació el pintor surrealista Juan Ismael, creativo que encuentra sus raíces ancestrales en una tierra que fue motivo de inspiración para sus oníricas composiciones. En tercer lugar tenemos las caballerizas. Un cercado de forma rectangular ejecutado con paredes de piedra seca con dos que también formaban parte de la puesta en escena militar, lo que sin duda comportaba un status social predeterminado. En cuarto lugar tenemos un patio abierto hacia el Oeste que conoció, desde luego, mejores días, pues en la actualidad se encuentra totalmente arruinado. Por, último, forman parte de este conjunto extensiones de terreno de explotación agrícola que circundan a la mole.
La creación de las milicias de Fuerteventura aconteció en 1708, conllevando dicha creación el nombramiento de la figura del Coronel, persona y familia que pasaran de residir en Betancuria, capital histórica de la isla de Fuerteventura, a La Oliva. Dicho traslado trastocó obviamente las áreas de influencia político-social de la Isla, quedando La Oliva como capital en la sombra en detrimento de Betancuria que iniciaría entonces un proceso de desalojo capitalino que en tiempos venideros beneficiaría totalmente a Puerto del Rosario. La trama afectó principalmente a la familia Arias de Saavedra, que heredaba de generación en generación el título y las prerrogativas del Señorío de Fuerteventura y que sería suplantada gracias a entramados endogámicos muy accesos. Los caballos fueron durante generaciones, especialmente cuando los Coroneles disfrutaban del poder absoluto en la Isla, vistos como animales superiores que no sólo permitían trasladarse a los miembros de la familia por el municipio, sino bien estudiados por la historia local con los nombramientos del Coronelato. Sus miembros no residirán permanentemente en la Isla pues se establecerán definitivamente en Tenerife, quedando entonces Fuerteventura como referencia de un modo de vida pasada y cada vez serán menos frecuentes sus visitas a la Isla. En este marco, el poder militar, que también estaba en manos del Señor de la Isla, pasó progresivamente a los Coroneles. El nombramiento de Coronel se convirtió en vitalicio y hereditario, siendo el primer Coronel de las Milicias Pedro Sánchez de Dumpierrez. A partir del siglo XVIII, los Coroneles no sólo ostentarán el poder militar, sino que controlarán y administrarán el poder civil nombrando, o destituyendo, los cargos del Cabildo, convirtiéndose de facto en los verdaderos terratenientes gobernando toda una isla desde su casa/fortaleza, desde la Casa de los Coroneles.
Dicho edificio posee una estructura ortogonal con muros de carga de luces cercanas a los cinco metros, con crujía simple en las fachadas correspondientes al norte y naciente, y triple crujía en las correspondientes al sur y poniente, que orlan el mencionado patio central. La accesibilidad del conjunto edificatorio se produce desde el exterior mediante tres accesos: la entrada principal enmarcada en cantería labrada con dintel adovelado y remates de labra hasta la planta superior; la puerta lateral izquierda, mediante la que se relaciona con las edificaciones laterales; y un portón posterior que unía las dependencias de gañanías y alpendres con los campos de labranza. Los elementos de accesibilidad vertical son tres diferenciados por su función. La escalera del patio conformada por peldaños de piedra de Tindaya, balaustrada y cubierta, de los dos tramos, con artesonado, y accesos marcados con cantería labrada, con un arco rebajado en la planta superior, y arco trilobulado en planta baja. El resto de los elementos de relación vertical responden a necesidades puramente de servicio: la del patio posterior, de madera, que relaciona las zonas de servicio y la que actúa como salida de emergencia en la zona norte. La relación con el exterior se establece mediante las cuatro fachadas exteriores y otras diez interiores que conforman los tres patios. Formalmente se realiza, en las fachadas exteriores, mediante carpinterías de magnífica traza con ventanas de cuarterones compuestas, en general, por tres cuerpos, y de las que destacan los balcones de planta alta de la fachada principal. Entre las fachadas interiores es preciso hacer mención a la conformación del patio principal de estructura de madera con pies derechos rematados en basas de cantería y madera labrada en fustes y zapatas. Los huecos que vierten a los patios son, en general, puertas ciegas de doble hoja, y/o los denominados “marcoluz”. Cabe destacar, como elemento singular, la galería acristalada de la fachada de poniente. En cuanto a su compartimentación podemos hablar de dos tipos de zonas: aquellas que se relacionan tan solo por el exterior, y aquellas otras que se constituyen en un continuo de comunicación entre ellas. Es de hacer notar que al primer grupo pertenecen, en general, las dependencias de servicio o de apoyo a las labores agrícolas, mientras que al segundo pertenecen las habitaciones mas nobles de la edificación.
Tal vez no exista en todo el Archipiélago Canario una arquitectura tan explícita como la Casa de los Coroneles, un edificio levantado en un lugar apartado de la población, La Oliva. Tuvo la grave misión de administrar como mano de hierro un extenso territorio como es la isla de Fuerteventura. Para hacerlo no reparó en gastos y la obra se diseñó con arreglo a la tradición constructiva canaria, tomando como modelo la casa canaria de centros urbanos de reconocido prestigio (léase La Laguna, Vegueta, La Orotava, o Garachico) y despreciando, a la vez, la tradición arquitectónica de la propia isla de Fuerteventura. En tal sentido hemos de valorar la falsificación de vanos en la fachada principal en los que sólo existen bambalinas de madera tallada con cuarterones y fenestraje de vidrio, pero que no mantienen ningún hueco que proporcione luz o ventilación a las estancias interiores. Balcones interiores y laterales, artesonados en las salas nobles, o los desaparecidos jardines de recreo son elementos sintomáticos de la gran arquitectura doméstica practicada en Canarias a lo largo de la Edad Moderna, pero que nada tiene que ver con el funcionalismo primitivo que denotan las viviendas e iglesias de una isla desprovista de grandes recursos para la edificación del común de la población. Por ello la Casa de los Coroneles es un verdadero paradigma en su contexto y la consolidación del poder hecho, gracias a la piedra y madera, arquitectura. En la actualidad el inmueble pasa días de agonía ya que él mismo y buena parte de su entorno está metido en una tediosa rehabilitación que no acaba de contar con los recursos económicos suficientes para llevar la obra a buen término. El proyecto de recuperación y puesta en funcionamiento como el futuro museo de la historia de Fuerteventura está firmado por el arquitecto Luis Martínez Santa-María, técnico que por su trabajo recibió el premio de arquitectura Manuel de Oráa que concede el Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias. El mismo se nos presenta como un proyecto respetuoso con el edificio, pero también con el medio en el que éste se encuentra. Las intervenciones propuestas por el técnico son mínimas y pretende en cualquier caso recuperar la expresión de una arquitectura, que es, cuanto menos, majestuosa.